sábado, 12 de octubre de 2013

EPIFANÍA EN LA CATEDRAL*

Sonaba la campanada número cinco de la Catedral, pero no fue eso lo que nos despertó. No recuerdo si la noche había sido fría, supongo que la intervención del aguardiente nos protegía del mal tiempo.
En aquel entonces leíamos desenfrenadamente; años después comprendí que queríamos ganar tiempo antes de que la vida nos pusiera en nuestro sitio. Desde luego, perdimos.
De aquella época me quedó el gusto por un café más suave que el servido a las 5:15 am en casa; el placer de vagar sin otro objetivo que escaparse de la miseria y la certeza de que pasar hambre sería el pilar de una lucidez futura.
Las baldosas de la plaza habían sido amables. Ya había pasado la locura del trance frente a la estatua. Esa madrugada no hubo Robert Desnos ni Antonio Porchia que valieran; mandamos al carajo la fascinación por el surrealismo y danzamos frente al Libertador entonando un canto de Neruda.
Él y yo queríamos ser rebeldes, pero dos tragos bastaban para que emergiera el “académico comedor de ortigas” que ocultábamos. Con un infantil orgullo anuncié que no sabía de memoria el poema. Quería ser cínica, pero para eso me faltaban (aún hoy) muchas madrugadas en areperas.
Me limité a dar vueltas alrededor de la estatua. Mientras “danzaba” recordaba con odio al pendejo de chaleco que me obligó a memorizar versos para aprobar exámenes en una escuela católica.
Sonó la campana, pero ya estábamos despiertos; ya había pasado el primer beso: ya había sonado el pito. Fue un silbido agudo. Primero no supe de dónde venía; unos segundos después vi al hombre. Tenía la actitud de maratonista tras ganar unos olímpicos. Su trote era regular; su cabello, un asco; su ropa, insalvable.
A su paso, levantaba a todo el lumpen congregado en la plaza. La alharaca de los recogelatas fue en ascenso. Un cortejo de pordioseros daba vueltas y vueltas. En cuestión de minutos todo el lugar había sido desocupado. Fue una escena bella y convulsa (como Breton manda); desde entonces uso la palabra epifanía con propiedad.

* Publicado en la sección "Minicrónicas" de la edición Nº 51 de la revista Épale.  http://www.ciudadccs.info/?p=486091 

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