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Máquina Hamlet es una respuesta a la pregunta fatal —No hallo otro adjetivo que reúna, por una parte, la vuelta hacia atrás (hacia el origen) a la vez que mira hacia delante, como promesa de continuidad—. Máquina Hamlet es respuesta-pregunta: el texto teatral es una presencia, un sí que inmediatamente se vuelve un quizás; un texto-respuesta que se funda en la pregunta por su destino, por su representación.
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Un texto-pregunta es un texto vuelto sobre sí (ahora) y sobre su pasado (historia); un texto que se anuncia a sí mismo; juego de espejos, trampa barroca, conciencia: “Yo fui Hamlet” es declarar “esto ha sido”. No me habla un hombre, sino que me enfrento a una imagen que revive, precisamente porque ha declarado su fin. Desde luego que hay un peligro, pues se cierra un círculo: una imagen rematada que se dice (toda la tradición se ata a su presente y sentencia su futuro). Justo aquí, el teatro abraza a la muerte.
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Y después… otra vez círculo abierto: “Yo soy Ofelia. Aquella que el río no contuvo.” La mujer muerta-viva; la resucitada; Ofelia se mueve entre aquí (soy) y allá (aquella). Penélope que teje en dos tiempos, ya no articula silencios. No marcha hacia la muerte, viene de regreso (“Ayer por fin dejé de suicidarme”). Una vez más Ofelia es palabra-acción: “Destruyo”, “arranco”, “destrozo”.
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Hamlet persiste en su BLABLA (words, words, words). Es el verbo de la muerte: “No represento a nadie. Mis palabras no dicen nada”. Emerge el silencio; callar, fundamento del teatro; negar el drama (“Mi obra ya no se representa”). Una vez más (y por siempre) la tragedia de la venganza (que se posterga) declara su lugar: Tautología: ACTORHAMLET nos dice “no voy a actuar ya”. La serpiente se muerde la cola.
Se lee en la pagina que disfrutas la fantasia, aqui te dejo algo para compartir
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