domingo, 26 de febrero de 2012

Bolaño, insufrible*

Hace siete años, un 15 de julio, murió el insufrible Roberto Bolaño. Heredero de todos los parias de la literatura del subcontinente, el chileno logró violar algunas musas y trocarlas en indigentes del DF mexicano. Decimos chileno por formalismo, pero Bolaño fue de ninguna tierra: todas las callejuelas parecen la misma, es México, que es chile, que es Barcelona que es chile, que es México, que es Barcelona…

En todo caso, estamos frente a literatura latinoamericana ¿por qué digo esto? Sólo un exiliado en su propia tierra, sólo un dos veces expulsado, como ya diría Carlos Fuentes, puede hablar de Latinoamérica. A Bolaño lo echaron del edén, también de alguna parte. Recuerdo el discurso que dio por el otorgamiento del Rómulo Gallegos; el tipo jugaba con la feliz idea de que Caracas y Bogotá fueran la misma cosa. Qué más da aquí o allá.

El discurso delirante de Bolaño lo llevó a ciertas afirmaciones de los mal nacidos en este subcontinente, por ejemplo, “Pobre negro, de don Rómulo, es una novela eminentemente peruana. La casa verde, de Vargas Llosa, es una novela colombiano-venezolana. Terra nostra, de Fuentes, es una novela argentina y advierto que mejor no me pregunten en qué baso esta afirmación porque la respuesta sería prolija y aburridora.” Sí, prolija y aburridora, para qué intentar explicar lo que todos presentimos con horror secretamente: Qué más da aquí o allá.

¿Qué hace alguien que le da igual aquí o allá? Es claro: busca. Y tenemos a Ulises Lima y Arturo Belano buscando al fantasma de Cesárea Tinajero; tenemos luego a Belano, de regreso en el DF, buscando a Lima veinte años después; Tenemos a Lima muerto y dos obesos discípulos; tenemos un tipo clase media tratando de hacer suyo un cuento de Borges para conseguir “su destino sudamericano”; tenemos a un gringo —un tal Jim— llorando en una sucia esquina de la capital proscrita (México DF) porque ha descubierto la quintaesencia de mano de un malabarista.

Tenemos a un detective buscando al asesino de su especie para finalmente entender que es miembro de una especie asesina de ratas. Asesinos que también aplauden a los músicos y lloran en el teatro. Asesinos que saben de la soledad del poeta —que está confundido y sólo quiere afecto—; tenemos esa cosa maldita que trae ya Borges: la inminencia ¿pero de qué? del horror. Sí, del horror. Lo que en Borges es decisión, es decir, no a la revelación: pacto de los personajes con el milagro (El Aleph; La escritura del dios), en Bolaño es simplemente punto y final. La inminencia del desastre no se cuenta: el Secreto del mal, sigue a salvo. Al final, el que busca aquí o allá, ese detective salvaje, se pregunta un 15 DE FEBRERO: ¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA VENTANA?

*Originalmente publicado el 23/07/2010 en la revista SalonKritik.net

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