domingo, 12 de febrero de 2012

A propósito de la realidad poética (Szymborska y Rumi)

Hay un poema de Wislawa Szymborska titulado La realidad. Pero no nos engañemos, este poema es una metáfora de la imagen poética, asociada con lo circular, con lo oracular; una imagen que se cierra sobre sí misma. Su presencia nace con la palabra y no; muere con la palabra y no. Cuando Szymborska dice “la realidad se define a sí misma, /por eso es mayor su misterio”, estamos ante la realidad como poesía. Mientras los sueños se disgregan y uno, pobre exegeta, los corretea en busca de no sé qué verdad interior, la realidad, tan nuestra, tan próxima, es misteriosa.

Pero no se trata de un misterio por ocultación; este misterio está expuesto. La realidad está allí; como un bajo continuo barroco, ella persiste, clara y misteriosa. Los sueños exigen interpretación, nos interpelan, pero cuando la realidad se muestra es una gran afirmación. Mas, su Sí es grande, precisamente, porque su No también posee justa dimensión. No son dicotomías. Las fuerzas en tensión, aun cuando están en la misma proporción, no se anulan.

Del encuentro entre lo uno y lo otro, dice Szymborska, “surge un acertijo/que no tiene solución.” La realidad encarna pregunta y respuesta, justo allí está su semilla poética. Ella cohesiona tanto lo uno como lo otro: “mariposas” a la par de “almas de viejas planchas” ¡Qué está fuera de lugar en el orden de lo real!

Los sueños son siempre gozosos. En el goce se da cuenta de una pérdida. No en la realidad, lugar en el que siempre todo está. Porque todo es el resultado del encuentro de lo uno y lo otro. Así que el tiempo de la realidad, como el de la imagen poética, jamás será el pasado, tampoco porvenir. Bien lo recuerda Lacan, con un ingenioso juego de palabras: la realidad es lo no-posible porque lo posible es lo que podría ser y la realidad, por el contrario, es.

La realidad poética no nace con el poema (y sí). Borges, con la claridad que lo cegó, decía que la poesía está al acecho, en cualquier esquina; Szymborska lo sabe y, aún más, declara lo inevitable del encuentro poético: “No hay escapatoria, /la realidad nos acompaña en cada huida.”

El encuentro de realidades en la imagen poética siempre será eso: un encuentro. Pero no se trata de una plácida conjunción de elementos. En la imagen hay una violencia; su interior está agitado por las tensiones. Quizá la máxima conmoción sea entre aquello que es y lo que no es. Ajeno a la tradición de Parménides, leemos el siguiente verso del místico persa Yalal Al Din Rumi: “Estoy arrasado por una inundación/ que aún no ha sucedido”. Futuro, presente y pasado quedan abolidos en esta sentencia. Abolidos y, sin embargo, persisten. Abolidos y con ello sobreviene el equilibrio ¡la imagen triunfa! Persisten y de allí la tensión y el desasosiego ¡la imagen tiembla!

Mientras que Szymborska distingue lo real de los sueños, Rumi nos dice “No reconozco la diferencia/entre la invención y la realidad” aquí, felizmente, como dice Octavio Paz, ha cesado la enemistad entre lo diferente. Entramos en un reino que, aunque indistinto, posee su claridad. Pero esta claridad trae consigo su noche y Rumi, iluminado por su encuentro con lo divino, sabe que también es sombra: imagen de un cuerpo.

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