lunes, 27 de febrero de 2012

Nuestra imagen

Para José Luis Omaña

“Se trata de una fuerza popular que cree en las luces del muro pintado y en la moral del muralista”

Exposición Mural y Luces, Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez

Nuestra imagen, desde luego, no es una; nuestra imagen se propaga como griega sobre pared a punto de venirse abajo; nuestra imagen emergió desde la crisis; nuestra imagen es siempre otra imagen y otra y otra; nuestra imagen amenaza con explotar todo el tiempo; es una inminencia, un presagio, un mal augurio.

La ética de nuestra imagen quebró hace rato la pendejada de lo correcto y lo errado; de hecho, quebró y rehízo todas las dicotomías: se las tragó una a una, las devoró y las escupió sobre una pared. La ética de nuestra imagen es nocturna y marcha a tientas, con sigilo; también es diurna; mantiene vigilia mientras los desprevenidos duermen: es alerta, señal, alarma, ¡no disparen! ¡Cuidado…!

El tiempo de nuestra imagen es el de “¡corre!, ya es tarde”; ella va de regreso, viene apresurada, va en la vanguardia, sale a nuestro encuentro: nos mira y da media vuelta: guiño de ojos, grito, bofetada.

Nuestra imagen está-ahí; arrastra un pasado opaco y espeso. No tiene presente: ella es presencia. Anuda, ata, desata y remata a destiempo los deseos y las frustraciones.

Es punto de (des)encuentro en la trama cotidiana. No está alineada; ni izquierda, ni derecha, es descentrada. Mira su ombligo y no se encuentra.

Es un gran sí, no titubea, no duda. Redonda, nuestra imagen es redonda; camina sobre sus pasos. Su verdad está-ahí. Sin misterio, convoca todos los silencios. Es un coro mudo. También grito ahogado por las sirenas. Bala mal dirigida que da en el blanco.

Indecente en la mañana; modesta entre el humo y el sol de medio día; tímida lucidez por las tardes; revelación y resplandor de media noche. Antes de que cante el gallo lo habrá dicho todo.

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