domingo, 5 de febrero de 2012

Apuntes sobre "El camino de las hormigas" de Rafael Marziano (declaración de amor)


Para Yeymy Pérez

Un árbol cae y su deceso no es más que un grito sordo en la selva impávida. Esta imagen signa el tránsito de una película que da voz (y ruido) a Caracas, en la medida que toda voz es devorada por la ciudad.
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Soy indiscreta, quiero saber quiénes me hablan; mi única opción es el espejo retrovisor. Mi labor de voyeur va in crescendo. Los pensamientos fluyen, primero a modo de susurro monótono, para después amalgamarse como un canto misterioso que negro tras negro hila quejas, astucias, frustraciones y… siempre hay un pensamiento que no se dice.
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Nadie me mira; acecho una vida ajena. Entre la voz (pensamiento) y el cuerpo (el personaje) hay un abismo ¡allí la seducción! Me enamoro.
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Veo a mi Caracas-infierno: carro va, carro viene. El grito del vendedor ambulante se pierde; sólo veo-oigo un recuerdo de ese grito. El asfalto se traga todo; otra vez la selva y sus fauces silenciando cualquier música que no sea la del motor.
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Veo a mi Caracas-purgatorio: un Ávila imponente emerge entre la neblina; no tiene fuego, pero su bruma purga todo pesar. El ruido se disipa: el viento susurra su discreta musiquita.
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Otra voz lee para mí: esta vez es sólo bla bla bla… palabra-de-prensa-muerta. Palabra que se estrella contra un muro indestructible forjado por ranchos y edificios. No hay palabra que penetre ese fortín.
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Asisto a la construcción de una fugaz historia de una barrida por gracia de la emisora sintonizada; ¿acaso unas memorias del gusto?
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La morgue y su obscenidad; no hay imagen-detalle, pero sí una voz detallista ¡casi se va al traste la seducción!
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Una linterna ilumina fragmentos de un gran tapiz nocturno. Selección de eventos de una memoria oscura que se repite noche tras noche.
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Ante las historias como las del limpiabotas o el travesti, está la Historia, que no es más que una voz-consciente que está vuelta sobre sí, una voz-vieja que añora un orden que desconocido del que dan cuenta los objetos de una gran casa.
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Mi promesa de ciudad se escapa (por fortuna) en el último minuto; la puerta se cierra: Caracas sigue afuera. Mi declaración de amor consiste en saber (intuir) que el cuerpo de mi amante (ciudad) está en otra parte y que hasta entonces, esta película será su precaria imagen.

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